Transición Ecológica
Ignacio Henares Civantos

El binomio transición ecológica se ha colado en el discurso social y político con fuerza y rapidez pero me temo que mucha gente no es capaz aún de entender la profunda dimensión de su significado, aunque puedan intuir  que nos encontramos ante una oportunidad agazapada detrás de la crisis sanitaria, económica y social.

La recuperación económica en la que estamos inmersos, que parece haber  arrancado en esta ocasión con más rapidez que tras la crisis anterior, debiera ser aprovechada para acelerar las tendencias que ya asomaban antes del covid_19 y que si antes eran importantes, ahora se han convertido en urgentes; si antes eran una posibilidad, ahora son la alternativa para no volver a ser atrapados por otra crisis mundial, planetaria: la crisis climática.

Cuando hablamos de transición ya estamos refiriéndonos a que pasamos de una situación a otra, estamos aludiendo a algo más que un cambio, que unas simples reformas. No es sólo una cuestión de salto tecnológico, aunque este pueda y deba ayudarnos en el camino, sino que el cambio de modelo de desarrollo, debe ir acompañado de una ‘revolución’ cultural, de un cambio de mentalidad.

Con el uso de la palabra ecológica para calificar esta transición se quiere indicar la amplitud del cambio que debe dirigirse tanto a los sistemas de producción como a los modos y hábitos de consumo. El planeta ha mostrado sus límites y si no advertimos sus señales, vamos abocados al colapso o al decrecimiento. Nos puede dar miedo asomarnos a esta  incertidumbre pero más vale susto que ‘muerte’.

Algunos, además, exigimos que se incorpore el adjetivo de justa a este concepto de transición ecológica. Ello implica que la adaptación y la transición hacia el nuevo modelo económico debe llevarse a  cabo de forma progresiva y no traumática, en la que nadie quede atrás. No habrá transición si no es justa, no es sostenible y no es social; de igual forma tampoco la habrá si no se hace mediante una adecuada gobernanza en su implantación.

La salida a esta crisis no puede consistir en volver al punto de partida. La recuperación tiene que dirigirse hacia una economía baja en carbono basada en la transición energética y la economía circular pero también en una nueva manera de relacionarnos con la Naturaleza. Hasta ahora hemos pensado que lo primero era el crecimiento y el desarrollo económico y posteriormente, en el mejor de los casos,  la redistribución de la riqueza y el bienestar y la corrección, si acaso, de los déficits e impactos ambientales. 

Ahora, más que nunca, la sociedad debe implicarse en un proceso de cambio que necesita de todos: de líderes políticos comprometidos, de profesionales capacitados, de empresas con visión de futuro, de agentes sociales y económicos que actúen proactivamente para construir ese nuevo modelo de desarrollo, sostenible en su triple vertiente (económica, social y ambiental), que nos permita mirar el futuro con optimismo. Nos va la vida,  en ello.

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