La añorada cercanía profesional
Leandro Cabrera Mercado Decano del Colegio de Abogados de Granada

Agradezco la invitación que recibo de este veterano y reconocido medio de comunicación de Granada para dirigirme a sus lectores, valorando la oportunidad que me brinda de trasladar un mensaje de respaldo y unión entre el colectivo de la abogacía granadina -que me honro en representar- y el apreciado sector empresarial y comercial de nuestra provincia.

El ejercicio de la profesión de abogado conlleva una gran responsabilidad desde el momento que los ciudadanos nos confían aspectos de su esfera privada, familiar y patrimonial, estableciéndose un vínculo que nos sitúa, constitucionalmente, como interlocutores ante los Tribunales de Justicia para la defensa de sus derechos y libertades.

Esta interlocución no siempre ha sido bien entendida por la sociedad y así lo ha ido manifestando la ciudadanía en los diferentes barómetros que nos toman el pulso cada año, siendo inocentes receptores, por mimetismo y cercanía, del malestar que provoca la demora atribuida al sistema judicial. Por suerte, este parecer va evolucionando a favor de nuestro colectivo gracias a dos razones. La primera, por parte del ciudadano, que ha comprendido que la dilación de los plazos no siempre equivale a lentitud, sino a garantía del propio partícipe en el proceso. La segunda, por parte del propio abogado, cada día más preocupado por la transparencia y fluidez en la comunicación con el cliente.

Esta comunicación se ha hecho más necesaria que nunca desde que se nos impuso un confinamiento por razones sanitarias que difícilmente podíamos haber previsto. Al igual que muchos empresarios, los abogados nos vimos sumidos en una situación de impotencia, de querer y no poder, ante el cierre de la práctica totalidad del engranaje jurídico. Y al igual que la mayoría, nos vimos abocados al uso casi exclusivo de herramientas digitales para seguir conectados, asesorado y auxiliando a la sociedad con auténtica vocación de justicia social.

Estamos atravesando tiempos difíciles y como en cualquier otro aspecto de la vida, creo que el tejido empresarial –como los propios abogados- hemos de reinventarnos siendo más imaginativos, trabajando más, buscando nuevas cotas de mercado y, sobre todo, valiéndonos de aquellos profesionales que sepan asesorarnos y se adelanten a nuestras necesidades. Y es que autoasesorarse es tan malo como automedicarse.

Animaría al tejido empresarial a que se sirvan cada vez más de aquellos profesionales, como los abogados, que estamos preparados y hemos estudiado precisamente no sólo para solucionar un problema legal, sino para evitar en la medida de lo posible que esos problemas se produzcan. Estoy convencido de que entre todos, con la ayuda de todos y el apoyo de todos, saldremos adelante y conseguiremos hacer una sociedad más próspera, más rica, más solidaria y mejor.

Y volveremos a la añorada normalidad, sin duda. El mundo virtual que hemos creado ha sido muy positivo, necesario, incluso autoimpuesto. Pero ya toca retomar lo cercano. El abogado lo necesita y el cliente, la empresa y la sociedad también lo están anhelando.

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