Riesgos y retos de la inteligencia artificial en las administraciones públicas
Ángel Martín Lagos, Letrado del Ayuntamiento de Ogíjares

Inteligencia artificial, (IA), es una de las expresiones de moda de nuestro tiempo. Sin embargo, lo cierto es que en el ámbito de la IA nada es tan nuevo como a veces se transmite o pueda parecer. Los modelos y técnicas más novedosas en este momento surgieron hace varias décadas y apenas han sufrido variaciones desde su concepción. Lo que sí supone un cambio sustancial es el aumento de la potencia computacional y la capacidad de manipular grandes volúmenes de datos de todo tipo, incluidos datos personales. Este hecho nos conduce a conclusiones esperanzadoras, al mismo tiempo que inquietantes.

Centrándonos en las primeras, es de resaltar que las técnicas de IA, que en su momento fueron más sorprendentes que eficientes, en la actualidad es posible su aplicación a masivas cantidades de datos o a sistemas muy complejos en tiempos de computación mucho más razonables. Ello hace que en la actualidad se haya considerado a la IA como una de las tecnologías disruptivas llamadas a transformar en los próximos años nuestra economía y nuestra sociedad con el consiguiente y trascendente impacto en nuestras Administraciones Públicas. En este sentido, algunos estudios pronostican que la IA podría añadir alrededor de 14 billones de euros a la economía global en el año 2030 y duplicar la tasa de crecimiento para 2035.

La IA, como es sabido, se basa en el uso combinado de algoritmos y volumen masivo de datos. A través del algoritmo los ordenadores transforman datos en resultados para lograr un objetivo.

Los datos han sido calificados como el “petróleo” de la sociedad digital. Y en este sentido, es indudable quelas Administraciones Públicas generan y recaban una enorme y heterogénea cantidad de datos. A través del IA se pretende, mediante el procesamiento masivo de los mismos, tratar de convertir éstos, no solo en información, sino en conocimiento, posibilitando la toma de mejores decisiones. La IA nos permitirá, pues, mejorar la eficacia y eficiencia de las administraciones públicas, para prestar mejores y más personalizados servicios públicos.

Por regla general, cualquier modelo de IA intenta aprender a partir de un conjunto de datos existentes. Los algoritmos de aprendizaje automático, en los que se basa la mayoría de las aplicaciones de IA, van evolucionando a medida que van “aprendiendo” de los datos que se ponen a su disposición, de forma que ello permite la implantación de sistemas automatizados con capacidad de aprendizaje autónomo y no supervisado que pueden llegar a adoptar decisiones que afectan a sujetos y colectivos concretos.

Los riesgos son claros: opacidad, discriminación, afección a los datos de carácter personal, etc). Pero no menos evidentes son los retos que la IA plantea a las administraciones públicas: Los procesos de selección de personal al servicio de las mismas habrán de modificarse para captar a un tipo de empleado público capacitado para admitir, interpretar y aplicar los modelos y decisiones derivados de la IA.

Sea como fuere, la IA puede ser la gran oportunidad para implantar una renovación institucional y organizativa radical de las instituciones públicas.

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