El valle de la muerte de la tecnología

En la década de los noventa, la Comisión Europea trazó las directrices para eliminar o al menos paliar la brecha tecnológica o deficiencias del Sistema Europeo de Innovación frente a las principales economías del momento, es decir, Estados Unidos y Japón. Deficiencias que se ponían de manifiesto en la conocida paradoja europea que, en versión de Marius Rubiralta, venía a decir: “Parece como si Europa hubiera invertido un gran esfuerzo en la investigación básica de excelencia, pero haya dejado el conocimiento abierto, sin control en un mundo globalizado, es decir, sin la protección necesaria para transformar el conocimiento en riqueza mediante los mecanismos clásicos”. 

Sin embargo, la experiencia nos dice que no basta con proteger los resultados de investigación mediante patentes o cualquier otro título de propiedad industrial para garantizar su puesta en valor y su traslación al mercado. Las tecnologías desarrolladas en universidades y organismos públicos de investigación suelen encontrarse en un nivel de desarrollo o madurez incipiente, muy lejos de mercado. La no existencia de pruebas de validez en condiciones reales y el elevado coste asociado a estas dificultan su transferencia efectiva al sector productivo. 

Existen fuentes de financiación para las etapas más tempranas de desarrollo y para las inversiones asociadas a la licencia y explotación de tecnologías. Sin embargo, hay un vacío o una gran escasez de recursos para todo el proceso que lleva desde la fase de demostración hasta la fase de comercialización, puesto que para la administración la tecnología está tan próxima al mercado que no puede recibir financiación pública para este proceso, y para los inversores privados el grado de madurez de la tecnología es tan bajo que hace que el riesgo asociado a la inversión sea muy elevado. Para cruzar este “valle de la muerte”, que es como se le suele denominar, han surgido algunas iniciativas públicas y privadas que, dada su escasez, son muy disputadas. 

Desde que la Fundación Genoma España lanzara su programa Innocash, algunas entidades financieras han diseñado programas orientados a la realización de estas pruebas de concepto o proyectos de demostración tecnológica que están contribuyendo de forma eficiente a favorecer el proceso de valorización de las tecnologías desarrolladas en el sector público de investigación y su posterior transferencia y puesta en valor mediante licencia o, incluso, promoviendo la creación de spinoff para su explotación. 

No obstante, los recursos disponibles son aún insuficientes y queda mucho camino por recorrer. Desde la administración se debería dar un impulso decidido a cubrir esta brecha y desde el privado deberían proliferar nuevas iniciativas para, entre ambos, minimizar el arduo camino del valle de la muerte. Queda mucho conocimiento en las universidades para poner en valor.

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