Lunares huyendo del 'made in China'

Se reinventa. Se coloca sus lunares de siempre, pone cara flamenca y vuelve a salir a la pasarela para decirse a sí misma que la crisis no va a acabar con ella. Aunque le está haciendo pupa, y de la gorda. Como todo el sector de la confección, arrasado por el low cost y las producciones chinas, la moda flamenca se defiende, se revuelve y nos acaba de enseñar sus mejores diseños en su pasarela más conocida: SIMOF, el Salón Internacional de la Moda Flamenca. Nombre rimbombante con el que la agencia de Raquel Revuelta, lleva ya diecisiete años promocionando este traje regional. Abrió así el escaparate de un sector que mueve ciento veinte millones de euros al año. Aunque ahora hay otras diez pasarelas anuales. La ex Miss España llamó hace unas cuatro ediciones a una de sus antiguas colegas, Laura Sánchez, para que abriera los desfiles y la relación entre las dos acabó como el rosario de la aurora. De ahí surgió We Love Flamenco, pasarela alternativa con la que Sánchez hace la competencia a su antes amiga y, de paso, también aprovecha el tirón. Y no les está yendo mal, aunque los precios que se pedía a los diseñadores por mostrar sus colecciones han tenido obligatoriamente que bajar. Porque sí, en estos saraos, son los diseñadores los que pagan por desfile y/o estand. Además de lo que obtiene la organización por la venta de las entradas. Los diseñadores lo tienen más crudo. Con el fanatismo por la moda barata en el que vivimos no hay espacio  para estos artesanos de la aguja. Prendas que antes llegaban a costar hasta dos mil euros o más, y que eran auténticas obras de arte, han quedado reducidas, como mucho, a mil euros. Y se han tenido que crear opciones desde los doscientos. Incluso diseñadores de fama, que no de cardar la lana, como Vicky Martín Berrocal han vendido su marca. Otra que atrae a los medios, Juana Martín, ha desfilado este año pero está pendiente de las resoluciones judiciales que le afectan por uno de los escandalos de los ERE´s en Andalucía, aunque ese es otro cantar…  Aún así lo que en Granada llamamos el traje de gitana vende, porque en el mundo de las apariencias, ahora rebautizado como postureo, no queda bien usar un modelo desfasado ya que estamos hablando de la única indumentaria tradicional que admite modas y sigue tendencias. Aunque por falta de corporativismo cada creador va por su lado. Aún así, por si les interesa, en 2017 se llevan los colores lisos, los grandes estampados y los impresos sobre fondo negro, además de los lunares identificativos de siempre.  A ver lo que tardan en venderlos en el bazar chino, que ya sale más barato que aquella opción de ir con tu madre al atelier de los creadores para fijarse bien en las costuras y luego intentar imitar el modelito. Y entre unos y otras, todo queda en casa. Y está matando los diseños.

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