Ahora el tren

Granada tiene un problema. Bueno, tiene muchos, pero uno que destaca por encima de los demás si ignoramos por un momento las trágicas cifras de desempleo: estamos aislados. Y ese problema se puede resolver de distintas maneras dependiendo de la intensidad con que la sociedad civil demande la solución.  Si los ciudadanos aceptamos pulpo como animal de compañía, el ministerio de Fomento nos despachará con un acceso a la alta velocidad de segunda por un túnel del siglo  XIX y después échale un algo a las promesas… Y créanme si les digo que eso puede ocurrir indistintamente del signo político del inquilino de turno del ministerio.  Las recientes manifestaciones multitudinarias  a favor de dos hospitales completos han evidenciado, sin ninguna duda, que solo los granadinos somos dueños de nuestro destino y que si decimos no, es no. No entenderlo a tiempo se ha llevado por delante a un viceconsejero y a varios gerentes. Si, Granada tiene un problema, pero ahora sabe que también tiene una solución: la calle. Granada merece y quiere un AVE de primera y a la primera, soterrado, la ejecución de la variante de Loja y la reconexión inmediata por Moreda de forma provisional. Y no lo quiere por gusto, sino porque sabe que con las limitadas posibilidades de nuestro aeropuerto, muy difícil de mejorar teniendo uno internacional a una hora, la alta velocidad aparece así como un complemento fundamental, especialmente para atraer un turismo de calidad que nos permita decir que sin batir récord de visitantes, los batimos de ingresos y de empleo de calidad; un AVE que haga posible que empresas tecnológicas o basadas en el conocimiento se puedan afincar en nuestra tierra; un AVE que pueda convertir nuestra ciudad en una ciudad de compras y de negocios; un AVE,  en fin, que permita una transformación urbana que nos meta de lleno en este siglo.  El soterramiento y la llegada del AVE es una oportunidad que los granadinos no podemos dejar pasar.  No se trata de hacer locuras ni de despilfarrar dinero público, pero tampoco de aceptar sin más que el presupuesto siempre se agote al llegar a Granada. Por eso el día 12 de febrero, Granada vuelve a la calle a exigir con fuerza: ¡Ahora, el tren! 

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