La auditoría como instrumento que aporta valor a la empresa

Estamos en el mes de diciembre y a estas alturas cualquier empresa debería saber cómo ha ido el año y ser capaz de estimar razonablemente cual va a ser su facturación, qué beneficio obtendrá y si su situación económica y financiera ha mejorado o empeorado respecto al año anterior. Si, una vez hecho este análisis, resulta que afortunadamente el año ha ido bien, la empresa ha crecido, se consolida en el mercado y tiene buenas perspectivas, es posible que supere los tan temidos parámetros de auditoría… Cabe recordar que, actualmente, están obligadas a auditarse las empresas que superen durante dos años consecutivos dos de los siguientes límites: cifra de negocios superior a 5.700.000 euros, total de activo superior a 2.850.000 euros y número medio de trabajadores superior a 50. Para las pymes no es fácil alcanzar estas cifras y cuando se consigue, generalmente implica que la empresa tiene cierta trayectoria y envergadura y, sin embargo, pensar en la auditoría aún da como mínimo respeto, o terror, según el caso.

En la actualidad, a pesar de que se habla de auditoría a diario en los medios de comunicación en grandes titulares e incluso a pie de calle, el trabajo del auditor es bastante desconocido. Circulan en internet diversos diccionarios que describen las profesiones en clave de humor, y en ellos se define al auditor como “el que llega después de la batalla y patea a los heridos”… Aunque resulte cómico, ésta es una opinión bastante generalizada y normalmente, si la respuesta a algo tan común como “¿a qué te dedicas?” es “soy auditor”, lo habitual es que la reacción sea una cara de pánico seguida de un profundo uuufffffff!. 

Obviamente, no es agradable recibir en las propias instalaciones a un desconocido que va a indagar en la historia de la empresa desde su nacimiento, a investigar la posición en el mercado y el sector, a analizar los hechos ocurridos y a preguntar por las decisiones tomadas, la operativa diaria y los pormenores de la actividad, así como solicitar gran cantidad de documentación y entretener al personal mientras éste hace su trabajo y trata de seguir adelante con su rutina.

A pesar de esto, son muchas las empresas que superan su temor y reticencia al respecto y voluntariamente auditan sus cuentas anualmente sin estar obligadas a ello. Estas empresas, que no ven la auditoría como una amenaza sino como una oportunidad para mejorar, han entendido que el objetivo de las infinitas preguntas que se les formulan y de la inmersión del auditor en sus empresas no es cotillear ni molestar innecesariamente, sino alcanzar el mayor conocimiento posible de sus peculiaridades, como medio para poder ponerse en su lugar y comprender sus circunstancias y sus acciones. En consecuencia, consideran que la colaboración facilitará el trabajo de ambos y esto redundará en su propio beneficio. 

Se trata, en definitiva, de ser conscientes de que la contabilidad es fundamental para la gestión de una empresa y considerar la auditoría como un instrumento que aporta valor al ayudar en la toma de decisiones y en la posible detección de riesgos que tal vez no se habían identificado, a la vez que proporciona seguridad y transparencia de cara a terceros. 

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