¿Por qué limitar tu crecimiento?

Volvemos a crecer, aunque no todos por igual. En esta ola lo que cuenta es el crecimiento (no solo el rendimiento) y aparecen grandes oportunidades: en un mercado global, con grandes cambios demográficos, con nuevos consumidores y nuevos canales digitales. También aparecen modelos de negocio disruptivos con nuevos actores en internet, 24 horas al día y 365 días al año, que facilitan el acceso para el “lo quiero” y “lo quiero ahora”.

Pero no todo vale. Permanece quien añade valor para el cliente, el que hace las cosas bien con profesionalidad y honradez. El que trabaja por y para las personas, con un deseo de servir, teniendo en cuenta que no solo importa lo que haces sino como lo haces. En definitiva quien sabe gestionar, quien se prepara constantemente para ello, se entrena y se esfuerza por la mejora continua, porque los logros profesionales llevan su tiempo, además de paciencia y humildad.

Desde la responsabilidad directiva, tenemos que ejercer un liderazgo honesto y centrado en las personas, ya que no se trata solo de resolver problemas sino de cuidar y guiar a los que nos rodean, promoviendo la curiosidad para ir a la innovación gestionando el talento de las personas.

Así, centrados en las personas, en su desarrollo personal y profesional, tendremos en ellos a los principales agentes del cambio constante; porque, sin duda, el cambio es la constante de nuestras vidas y necesitamos estar al día, aprendiendo y desaprendiendo, no solo de las experiencias sino de la formación que nos prepara y nos da confianza para afrontar con éxito las áreas en las que necesitamos mejorar. 

Desde la dirección empresarial vemos que hay que asumir riesgos permanentemente, trabajar duro y tener una visión de largo plazo. Tenemos que pensar más allá del momento. La búsqueda de la rentabilidad rápida choca con la responsabilidad de generar riqueza a lo largo del tiempo, que tenemos empresarios y directivos (también empleados) con la sociedad.

De ahí que necesitemos  formarnos para la gestión del negocio y de las personas, con un fuerte sentido de responsabilidad colectiva e integridad, además de voluntad de servicio. Y la formación no puede dejarse “para más adelante” con excusas simples, porque no podemos gestionar bien si no estamos preparados para ello, además de que debemos ser un ejemplo de entrenamiento y esfuerzo para nuestro colaboradores a los que exigiremos que estén profesionalmente preparados.

La formación, como aprendizaje continuo para nuestras áreas de mejora es una obligación propia del cargo que ejercemos. Es un acto de responsabilidad inherente a la función directiva y es, por otra parte, un enriquecimiento cultural que va en nuestra mochila. Además facilita nuestro desarrollo intelectual y académico aprendiendo de otros compañeros en este proceso. El entorno es favorable y nos ofrece grandes oportunidades. No podemos ser nosotros lo que limitemos nuestro crecimiento ¿no te parece?

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