Contigo pan y cebolla

Lola Martín García

“Contigo pan y cebolla”, frase proverbial apropiada para estos tiempos que corren. Y es que verán ustedes, en esto del enamoramiento  basta  que tu amada esté a tu lado, lo material se hace superfluo, no tiene importancia se alimentan de amor…

Pero el tiempo pasa y ya no ves con los mismos ojos a tu pareja, que incluso se hace invisible y vuelcas tu vida en obtener riquezas, en ganar más, en tener una casa más grande, un coche más potente y así estar en un estatus superlativo.

Mi amigo Manolo, constructor para más señas, vivía en ese nivel. Su barco atracado en el muelle desprendía opulencia, y su deportivo le hacía una persona importante. Gran cantidad de amigos revoloteaban a su alrededor, vivía en plena bonanza económica, parecía el Rey Midas. En su mundo fantástico hasta su mujer le estorbó, la cambió por una más joven y guapa que se enamoró perdidamente de él. Ejem. Vamos a dejarlo en que le gustaba su cartera.

Pero un buen día la vida le cambió, ya no se vendían pisos, los bancos cerraron los grifos y Manolo ya era casi un apestado en el banco que tantas palmaditas le dio.

Se fueron esfumando sus pertenencias, el barco fue su primera pérdida, se lo quedó el puerto por  no poder pagar el atraque, sus amigos se descubrieron pasándose al bando de sus enemigos con una risa lasciva entonando frases como “Ya era hora que se diera cuenta de lo que es ser pobre”. ¿Se puede uno alegrar de la desgracia ajena? , pues sí amigos, el envidioso esta en todos los lugares, en todas las esquinas, esperando que algo malo te suceda y entonces se descubre como lo que es. Y es en ese momento, cuando más necesitas una mano amiga, que por lo menos escuche tu desgracia y comparta contigo un whisky para olvidar las penas. Pero todo se vuelve en contra, y hasta la despampanante mujer le abandona porque se le acabó el amor. Ejem. Más bien la cartera. Así que sus años malos, los pasó solito, a punto estuvo de tirarse por el balcón, pero incluso su cobardía a la muerte se lo  prohibió.

Ahora Manolo es vendedor de libros, lo único que encontró para sus cincuenta años, y reconoce que la crisis que pasó le cambió su forma de ser, pero ahora es auténtico, un hombre sin dinero, pero con dignidad y con una mujer que le dio su cariño y la comprensión que necesitaba. Empezó una nueva vida con pan  y cebolla.

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